domingo, 26 de agosto de 2012

Crónica sobre eI I Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas


Cristian Ángel Meléndez Obregón / Lamas
pegasus-cta@hotmail.com 

Era la segunda vez que viajaba a Lima, y también la segunda vez que viajaba en avión. No tengo mayores recuerdos de esa primera vez que subí a un avión, tenía siete u ocho años y en aquella ocasión mi padre nos había llevado, a mi hermano y a mí, a Pucallpa para luego ir en carretera hasta Aucayacu a darle una sorpresa a mamá. La sorpresa funcionó, por cierto.

Era jueves en la tarde, el dos de agosto para ser precisos, alisté mi maleta que estaba repleta de libros de mis amigos escritores de Lamas, miembros del Grupo Literario Machusacha, para exponerlos en el evento y me quité rumbo al aeropuerto; el avión saldría recién a las seis y media. Días atrás Silvia Quevedo me había conseguido los pasajes ida y vuelta en Star Perú gracias a una invitación que me hizo Ricardo Virhuez, director de la Revista Peruana de Literatura, para participar en el I Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas, no como ponente (ya llegará la oportunidad) sino como asistente, pero de todas maneras sabía que era un evento imperdible para alguien como yo, que ama la literatura y se reconoce como alguien que necesita aprender mucho más todavía. Intuía que iba a encontrarme no solo con nuevos conocimientos sino con ciertas revelaciones. No me equivoqué.

Llegué a Lima casi a las diez de la noche, se dieron varios retrasos desde la partida en Tarapoto, luego la parada que hicimos en Pucallpa (una breve escena de niño emocionado recordando el viaje que hice con mi padre y mi hermano), en fin. Mi hermano Erick me estaba esperando en el aeropuerto, me ayudó mucho, tengo que reconocer, sobre todo en eso de movilizarme en la gran ciudad, pues es taxista. El Coloquio empezaría mañana, jueves tres de agosto, así que luego de comer en el chifa del Chino, un amigo de mi hermano, y conversar con mi hermano un buen rato, dormí abrigado. En buena hora le hice caso a mi viejita que insistía que trajera mi casaca.

Todo el evento se desarrolló en un lugar al que hace rato quería conocer, y recorrerlo por entero: la Casa de la Literatura Peruana. No podría haber mejor lugar que este para un evento de esta naturaleza. Tengo que remarcar que el Coloquio tuvo un pronunciado tono académico, con ponencias muy interesantes sobre temas directa o tangencialmente relacionadas a las literaturas amazónicas. Y digo “literaturas amazónicas” porque desde el principio se puso énfasis en el concepto de que en la Amazonía peruana no se hace una sola literatura amazónica sino varias literaturas, desde la perspectiva del tema, del estilo, de la geografía incluso, puesto que la Amazonía es vasta, llegando a ocupar más del 60% del territorio peruano.

Javier Garvich, sociólogo y escritor miembro del equipo organizador del evento, en parte de su participación en la apertura del Coloquio el viernes en la mañana a las diez y un poco más, se refirió a algo que ya de cabeza nos introducía en el tema de la Amazonía: existe una visión distorsionada de la Amazonía desde el otro, del que no comparte sus códigos culturales. Esa visión distorsionada se explica en tres sentidos: se considera erróneamente a la Amazonía como un lugar “vacío”; se tiene una mirada exótica, paisajística, ecológica; se mira a la Amazonía solo como un destino turístico. Y aunque tienen algo de verdad por sí mismos, son visiones parciales de la Amazonía, aproximaciones inexactas y por lo mismo proporcionan una imagen no real de la Amazonía y sus problemas, sus potencialidades. Esto se refleja por ejemplo en el plano de la literatura donde hay una clara exclusión de los escritores amazónicos en las distintas antologías que se han hecho y en los estudios de la literatura peruana que se han publicado todos estos años.

Se sentía en el ambiente una expectativa latente, las ansias por nuevos conocimientos que durante esos dos días que duró el evento fueron en gran parte satisfechos. Los ponentes eran docentes universitarios en muchas ocasiones, pero también estaban los escritores, la voz de los creadores abordando desde su experiencia la realidad amazónica en sus narraciones, en sus poemas. Casi nos sentimos transportados a la selva ucayalina cuando una docente universitaria de origen asháninka, que había venido desde Pucallpa al evento, cantó telúricamente, en su idioma asháninka. Nosotros allí, en pleno centro histórico de Lima, siendo testigos de una bella muestra viva de la cultura asháninka. Inolvidable.

Pero en el Coloquio no solo se trató sobre pueblos nativos amazónicos como los Asháninka, Shipibo Conibo y Awajun y su cultura, y literatura obviamente. Temas tan interesantes como “La historia del caucho en la Amazonía” donde, entre otros ponentes, el doctor Gonzalo Espino Relucé presentó en su ponencia datos tan escalofriantes como que en aquella oscura época del caucho, fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, se registraron más de treinta mil indígenas nativos de la Amazonía, específicamente en la zona del Putumayo, teniendo como principal responsable de tal genocidio a Julio C. Arana; y el gobierno (¿es de extrañar?) en aquel entonces se hizo el mudo, el ciego y el sordo ante las decenas de denuncias de tamaña barbarie. Y como revelación, para mí, en estas ponencias descubrí que Jenaro Herrera, el primer escritor sanmartinense nacido en Moyobamba en la segunda mitad del siglo XIX de reconocimiento nacional, era un defensor de Arana en sus escritos, llegando a describirlo como un “patriota” (vaya decepción).

Particularmente interesante me resultó el tema “Ayahuasca, mariris e icaros en la literatura”, donde Ronald Rivera Cachique en su ponencia demostró que hay varios casos de artistas y escritores que influenciados por la ayahuasca desarrollaron su arte, un arte más sensible si se quiere, pues atribuye que la ayahuasca proporciona una estética diferente, un cambio de perspectiva para una nueva mirada de la realidad. Asimismo, Feliciano Mejía Hidalgo y Dimas Arrieta Espinoza con años de investigación y experimentación con el tema abordaron cada uno en su ponencia lo referido a “mariris” y a “icaros” respectivamente.

Fueron muchos los temas abordados, varias ponencias muy bien planteadas; pero hay un tema en particular dentro de todos los desarrollados en este evento que me parece bastante sugerente y que fue abordado por una sanmartinense justamente, Haydith Vásquez del Águila: el conflicto armado en San Martín, la presencia del terrorismo en la literatura producida en la Amazonía, y específicamente en San Martín. Haydith Vásquez mencionó a varios escritores sanmartinenses, entre ellos al narrador lamista Julio Mori Villacorta, quien en uno de sus libros aborda este tema; a Gavino Quinde Pintado, Jorge Mesía Hidalgo y otros más. Falta una mayor investigación, profundizar al respecto, puesto que apenas se ha mostrado la superficie de un tema rico en posibilidades narrativas.

Y entre las ponencias, ya casi para terminar el evento el sábado cuatro en la tarde, se presentó el libro de dos narradores sanmartinenses, uno nacido en Sauce pero con muchos años residiendo en Lima, Juan Rodríguez Pérez. Caliente caliente nomás porque esa mañana habíamos visitado con él la editorial donde se hacía la publicación y en la tarde se presentaba su libro de cuentos “La sonrisa de Mariana”, donde muestra que es un gran narrador, definitivamente recomendable su libro; el otro escritor sanmartinense que tuvo el espacio para presentar sus libros fue Darío Vásquez Saldaña, quien de manera amena hizo una breve exposición de sus tres libros de cuentos, el último de ellos titulado “El tunchi enamorado”.

Dos días inolvidables y de gran aprendizaje intercultural, de un renovado compromiso social y de reivindicación de nuestra Amazonía, en particular de la literatura que se produce en ella. Y fue bueno haber estado presente en este evento, y escuchar así a Ricardo Virhuez Villafane, director de la Revista Peruana de Literatura y autor de más de diez libros, decir que “San Martín fue la madre de la literatura amazónica” o, como decía al inicio de esta crónica, de las literaturas amazónicas.

Para el próximo año se acordó la realización del II Coloquio en Pucallpa, habrá que ir de todas maneras.

El domingo en la noche ya estaba de regreso, con varios libros más en el maletín. Falta conocer más de la literatura que se produce en nuestra Amazonía, en nuestra región. Tenemos que ser muy exigentes con nosotros mismos, producir libros de mejor calidad tanto por el texto como por el formato. Que al fin de cuentas, la calidad y la originalidad vencen todas las fronteras geográficas, las limitaciones y las mezquindades de una literatura históricamente excluyente y miope.

sábado, 25 de agosto de 2012

La sonrisa de Mariana

Ronald Arquíñigo / Lima

Pocos libros de cuentos como este consiguen atrapar la atención del lector, y no solo por las historias que ofrece, sino también por la prosa con la que está compuesto. Juan Rodríguez Pérez se muestra como un escritor de innegable talento.

Tiene el manejo del lenguaje tan eficaz que, de pronto, su libro se nos antoja tan clásico y condenado a la perpetuidad como un Hernández o un Izquierdo Ríos (si es que acaso la perpetuidad no es una bendición para algunos). 

Los cuentos de La sonrisa de Mariana muestran a personajes tan sencillos pero en situaciones inverosímiles que nos reconocemos todos, ya que en la mayoría de estos la mujer se presenta como el nudo de un sentimiento que adhiere a los hombres de una tribulación importante que los lleva a eventos no menos importantes. 

El lenguaje es tan sencillo que pareciera que el libro no hubiera sido escrito durante más de diez años, sino contado oralmente y a su vez traducido en el papel; pero esto no es la desvalorización de su material narrativo; al contrario, potencia el valor de su trabajo, porque en la sencillez de la palabra se encuentra la garantía literaria de su autor. Sin duda un valiosísimo escritor.


Juan Rodríguez Pérez: La sonrisa de Mariana. Lima, Ed. Rezistencia, 2012. 144 pp.