Carlos López Marrufo. |
Carlos Alberto López Marrufo / Pucallpa
El escritor, sobre todo el que hace literatura como arte, tiene como insumo la palabra. En tiempos remotos fue la palabra hablada; hoy, también la palabra escrita. Si bien la creación exige como primer paso la espontaneidad y una gran dosis de sensibilidad y emoción, esto no quiere decir que la corrección ortográfica y gramatical pase a un segundo plano, excepto cuando lo que se pretende es representar el dialecto o variante sociolectal de un grupo determinado; en todo caso, debe existir un equilibrio entre la normativa, el uso popular y la lengua literaria.
En este sentido, la gran mayoría de escritores considera conveniente el “enfriar” su producto para luego releerlo, de este modo es posible detectar algunos errores y corregirlos oportunamente; otros, prefieren mandar a revisar sus trabajos con especialistas. Sea una u otra la estrategia para lograr la corrección, siempre se debe cuidar de no desnaturalizar el sentido y la esencia de la obra.
Una vez que el libro sale a la luz, se publica, no hay lugar a enmiendas; si se lo reescribe, ya es otra obra, así sólo se hayan introducido las correcciones que creamos conveniente: la primera edición y la edición corregida son dos obras diferentes.
Hace algún tiempo llegó a mis manos el libro La Shiripira Pishpira y sus cuentos amazónicos, obra que confluye las creaciones de los profesores, títulos profesionales precisados en la solapilla de la publicación, Carlos González Pinedo y Amelia Torres Zambrano, el primero, docente de educación primaria y con estudios avanzados de lengua y literatura, además de contar con una maestría concluida, y la segunda, docente de lengua y literatura y estudiante de maestría. Escribo estos datos porque creo pertinentes para el desarrollo de este artículo.
El hecho de escribir y publicar el libro es encomiable, pero el contenido de éste es de lo que trataré en este escrito, cuyo objetivo es analizar, tanto en el fondo como en la forma, la Shiripira Pishpira…
Transcribo el siguiente fragmento de El Otorongo en el bosque: “Había una vez un otorongo negro, que quiso demostrar su dominio a los animales del bosque y para ello tuvo que pasar una dura prueba en el monte y comienza así, el otorongo es el rey de la selva, el que pone el equilibrio en el bosque, aunque todos los animales lo temen al mismo tiempo lo respetan, su primo el tigrillo no es muy amigable que digamos…”. Sólo en estas líneas se puede notar una gruesa cantidad de errores: las comas después de las palabras “negro”, “así” y “respetan”, el uso de “lo” como pronombre y, además, podemos leer todo este primer cuento cuyas palabras iniciales nos sugieren una prueba: concluimos la lectura y la prueba no se realiza.
Más adelante, podemos leer en el libro, según los autores, un cuento titulado Los Dueños de Pucallpa. Este escrito no es un cuento, es más bien la narración de una anécdota enriquecida con algo de historia. Composiciones parecidas, es decir anécdotas, se encuentran a lo largo de todo el texto.
“…sin darse cuenta pasó por el territorio de la tangarana, los soldados de la tangarana al ver eso, comunicaron a la reina y ella ordenó su muerte inmediata, pero antes quiero ver al intruso dijo a los soldados, está bien su majestad contestaron los soldados, luego sacaron a la reina a la ventana para ver la muerte del joven soldadito,…”. Lo transcrito aquí es parte del cuento La Tangarana y el Tingotero. Se puede observar, además de la deficiente puntuación, la incorrecta combinación de la voz narrativa con la de los personajes y la ausencia total de los guiones de diálogo; la alternancia y la ausencia referidas impide, si se tratara de un lector inexperto, la comprensión clara del mensaje.
La obra literaria es una asociación indisoluble de la forma y del fondo y debe establecer la íntima relación entre el autor y el lector a través del libro, pero si nos despreocupamos en el uso de la palabra, con seguridad afirmo, no podrá comprenderse el propósito del autor ni el contenido del texto.
Este artículo también pretende llamar la atención de Carlos González y de Amelia Torres con el fin de que sus futuras creaciones superen las deficiencias contenidas en La Shiripira Pishpira…, pero también recomendar a quienes auspician y autorizan publicaciones, en este caso a Juan José Álvarez Sauri, a Mario Zegarra Pinedo y el especialista de educación bilingüe intercultural de la Dirección Regional de Educación de Ucayali, según lo precisa el libro, la revisión de los textos que se proponen.
La Shiripira Pishpira y sus cuentos amazónicos es, entonces, una obra cuya gran cantidad de falencias de forma repercuten en el fondo. Sin embargo, nos encontramos ante la disyuntiva de recomendar o no su lectura aun cuando ha sido autorizada por el máximo órgano educativo de nuestra región; en todo caso, amigo lector, luego de leer este artículo, usted decidirá.
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