Sonaly Tuesta. |
Hace algunos años nos acercamos a la cálida poesía de una joven nacida en Amazonas en 1972, cuyas palabras acaban de retornar a sus fuentes para ofrecernos esta vez un libro de crónicas con la misma sencillez y emoción del primer libro.
Se trata de Sonaly Tuesta, autora de El secreto de los Sachapuyos (Ed. Los Olivos, 1994), texto donde los poemas se entrecruzan con los sentimientos y nos ofrece una de las más sentidas páginas sobre la infancia y adolescencia de nuestro tiempo. Sonaly retoma (recordemos a Oquendo de Amat) la belleza de la ternura para rondar y recrear las primeras estaciones de la vida, no del todo inocentes.
Con un lenguaje coloquial, imágenes sugestivas y precisas, el mundo de la infancia se puebla de los mismos fantasmas que acariciaron la imaginación de la autora. Sonaly Tuesta reconstruye la precariedad de la vida, las ausencias del padre, la laboriosidad y cariños maternales con la imaginación de sus emociones. El mundo es algo triste, así que un poco de alegría y ternura no le vendría mal. Esa es su mirada. Acaricia las cosas y los hombres y ellos toman nueva vida."Jugábamos a la pega y a las escondidas/ Huyendo del cuco más rápido que volando/ Mamá cosía en la vieja máquina/ Hilvanando retazos que simulaban una blusa/ Había que aprender a vivir de los despojos".
Esa misma sencillez y claridad es la que, más adelante, desarrolla con mirada penetrante en su libro de crónicas El rescatador y las vírgenes (Arteidea editores, 1998), una antología de 21 crónicas periodísticas que se sumerge en las turbias aguas de Lima y sus demonios.
Como es su estilo, Sonaly cubre con simpatía y cariño a sus personajes y vivencias. No importa cuán crudas puedan ser las experiencias que marcan nuestras vidas. Siempre hay oportunidad para mirarlas con afecto. Por esta razón las imágenes de la turbulenta y contradictoria Lima tienen un rasgo de familiaridad que la hace más cercana y acaso más íntima.
Toda ciudad siempre es un monstruo. Tiene las cosas más bellas como las más atroces. Lima ha sido enfocada en estas crónicas desde el ángulo popular y sus diversas maneras de vivir y enfrentarse al mundo. Los hombres luchan pero también se someten y amalgaman. De su manera particular de integrarse surge la inmensa carpa criollo-provinciana poblada de payasos tristes, locos brillantes, vendedores ingeniosos y, en fin, una suerte de mercado cotidiano que hizo de lo provisional su propio monumento.
Sin embargo, si recordamos los estupendos asedios a nuestra ciudad por parte de Enrique Congrains, Oswaldo Reynoso y Luis Urteaga Cabrera, sentiremos que algo más profundo se nos escapa. Y es que los hábitos recientes que con el paso del tiempo se vuelven costumbre citadina demoran siempre en mostrar su verdadero rostro y sus motivaciones primigenias. Por eso la cronista enfoca el momento, captura la atmósfera vigente y con palabras amistosas construye un testimonio emocionado tanto de su referente como de su propio proceso litetario.
La belleza de su prosa se encuentra enmarcada dentro de una promoción de jóvenes cronistas surgida en los últimos años, quienes además de talento ejercitan la mirada testimonial combinada con estilo juvenil, audacia expresiva e información precisa.
Sonaly Tuesta ha logrado combinar estos elementos y, además de su inmensa ternura y su calidad poética innegable, nos ha entregado su mirada de cronista que siente lo que dice, su mirada testigo, tan sencilla como la vida.
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