Cada vez que alguien viajaba a la selva teníamos que encargar el jabón Phebo, fragancioso, enamorador, diríamos, porque nos permitía lucirnos, ante los demás, por el uso de un producto exótico brasileño, popular en la selva pero escaso en la costa.
Y hablo del lucimiento porque los adolescentes nos sentíamos transportados hacia lugares bellos, llenos de palmeras, viviendo aventuras que sólo podíamos observar en las pantallas del cine o la televisión. Por supuesto que en estas aventuras existían las chicas que nos acompañaban y hacían que la fantasía fuera más alucinante.
El libro De cárcel, guerras y burdeles, del escritor loretano Martín Reátegui Bartra (Pasacalle, 2011), destila ese aroma, especialmente en el primer cuento (que a mi juicio es el más logrado) donde la aventura de la guerra popular es un pretexto para mostrarnos a un personaje nostálgico por la militancia comunista que no llegaba a comprender, siendo su función la de esconder las armas en un viejo zapote. Sin embargo, a lo largo del cuento, narrado a un personaje femenino, se deja entrever el aroma que destila una de las chicas que le visitan, aroma que se queda prendido por largo tiempo y que por momentos nos recuerda a ese hermoso cuento de Manuel Beingolea Mi corbata, donde, al final, dice: decididamente la verdadera dicha debe oler a jabón de Windsor. Pero en la selva la verdadera dicha se complementa con diferentes fragancias que van desde el perfume natural, propia en la piel de las mujeres, hasta en el aroma del jabón brasileño; y la mujer se da cuenta de eso, necesita poco para conquistar a un hombre, pero en este caso le sirve de ayuda para recordarle al anciano, que es Diana, la del aroma a jaboncillo brasileño.
El resto de cuentos, a pesar de no estar al nivel del primero, llevan en sí el peso del recuerdo, ya sea por una esposa que fallece o por alguna experiencia sexual que no tiene mayor importancia para los demás, pero que funciona como anécdota bien narrada.
Martín Reátegui Bartra es uno de los mejores narradores que llevo leyendo dentro de esta pléyade de nuevos escritores que nacen en la selva peruana, con palabras precisas, llevando la tensión con cierta pausa para ir acomodando al lector a recibir la sorpresa final.
Lamentamos que los problemas que se vivieron durante la época de violencia terrorista no se hayan tocado en toda su magnitud por los escritores de la región (y en ellos me incluyo); aún así agradecemos el aporte de Martín Reátegui, Ricardo Virhuez, Werner Bartra, la antología de Mark Cox que cita a muchos autores que, de alguna manera, tocan el tema (como Dante Castro, Pilar Dughi) y nos hacen conocer los grados de violencia a que se llega (por ambas partes) contra una población que está entre la espada y la pared.
Esperamos seguir leyendo nuevos aportes de Martín Reátegui porque su narrativa promete.
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